

En cuestión de gustos fotográficos mis preferencias son bastante clásicas y van desde aquellas fotografías con dobles y triples sentidos, tipo las de Chema Madoz, pasando por las costumbristas de Cartier Bresson o de Català Roca. Me parece bastante obscena la fotografía realizada en zonas de conflicto donde cuanto más sangre se vé, más premios gana en certámenes tipo World Press Foto, que a mi modo de ver está sobrevalorado y hace ya mucho tiempo que más que una denuncia de situaciones injustas es un exhibicionismo sin pudor alguno de la violencia más extrema y reclamo de bajas pasiones, como en esos programas de telebasura donde venden injundias varias, infidelidades sexuales y odios incluso fraternales. La única diferencia es que aquí te venden lo mismo pero con una sola imagen.
Frivolidad por frivolidad me parece bastante más divertida e higiénica mentalmente la de revisar viejos ismos artísticos y reconvertirlos al gusto del realizador, en este caso, del fotógrafo, pongamos de Eugenio Recuenco, sin ir más lejos. A éso unos lo llamarían copiar a destajo, yo lo llamo repensar tendencias artísticas ya existentes y darles un toque personal que las dota de una personalidad nueva y potente aunque sin renunciar al maestro en las que han sido inspiradas. Total, si copias, que sea del mejor, dice un viejo dogma publicitario. Recuenco no esconde que su cliente es una marca de ropa, pero al menos no te trata como si fueras una ameba unineuronal.
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