martes, 15 de junio de 2010

V de viper

Átomos Jr. no nos pide nunca nada. Quiero decir que no es un niño al que le tengas que comprar algo cada vez que pisa la calle, llámese juguete, gominola, ganchitos... Al revés. Él sabe que los regalos se dan por el cumpleaños y cuando viene Papá Noel (en casa de mi familia) y los Reyes Magos (en casa de la familia del Sr. Átomos). Y él mismo se autocontrola y después de pegar su naricilla en el escaparate de la tienda juguetil de turno, nos dice "quiero ese autobus... por mi cumpleaños". Y ahí queda la cosa. Ésto me enternece porque no deja de ser un niño de 3 años, así que más de una vez le he comprado lo que pide. Nunca con él ni al instante, sino que he vuelto a la tienda y me he inventado un premio porque se ha quitado sólo la ropita, o porque se ha lavado las manos al volver a casa o porque no ha dicho palabrotas (sí, los niños de 3 años dicen palabrotas, no estoy segura de que sepa exactamente lo que está diciendo, pero lo dice).

Y es que Átomos jr. tiene más juguetes que tiempo. De hecho, siempre guardo las cajas para poderlos dar al cabo de algunos meses cuando la situación se hace físicamente insostenible y se convierte en una guerra de guerrillas entre sus juguetes y nosotros. Éso por no hablar de los juguetes que todavía siguen en sus cajas y sin abrir desde la pasada navidad (estamos hablando de medio año...).
Sabiendo, pues, que juguetiland es una tierra en la que habitaremos por algún tiempo, siento debilidad por los cachivaches autoconstruídos como el que hicieron él y el Sr. Átomos el pasado invierno: un castillo con la caja del Mac que nos compramos cuando se nos murió (DEP) nuestro portátil querido. Se pasaron todo el día dibujándola y pintándola y aún hoy juega con ella. Además, se dobla y se mete en cualquier sitio porque no deja de ser un trozo de cartón. Por eso me ha parecido una idea brillante este viper, que vamos a construir en cuanto tengamos los rollos de cartón de papel higiénico necesarios. Ejemplo de que no hace falta tanta juguetilandia enlatada cuando se pone en práctica el músculo de la imaginación. Lo que es intolerable es que le hayan sacado la cabellera al click, pobrecito. Ya os explicaré cómo nos queda, porque es proverbial mi falta de pericia con las manualidades, pero bueno, la intención es lo que cuenta y Átomos jr ha heredado el virtuosismo manual de su padre.


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